martes, 25 de marzo de 2008

MUJER MIMO


Acurrucada sobre un frágil tajuelo de madera,
mientras posa en su mano una cajita de plata,
cuelga sobre sus delgadas piernas, su inmòvil brazo.
Yo me paro frente a ella a la hora del crepúsculo,
cuando se desmayan los últimos colores de la tarde,
y siento el leve susurro de su respiración en el aire.
Si alguien le tira monedas en su alcancìa de lata;
yo no la miro y me pregunto ensimismado:
¿Acaso se endurece y se oculta
por el hambre?
¿O es la intolerable cadencia de aquel nombre,
la que retumba en sus oídos y anega su alma,
bajo un desdichado vestido de alambre?
Yo también quisiera darle una moneda,
y sentir a mi corazón temblar alborozado.
Pero me resisto a que me mire de ese modo.
Cuando llueve, desde sus cabellos de acerados hilos,
dos rizos se descuelgan sobre sus rígidos senos.
Mientras tanto…
Yo sigo allí.
Mojado!
Mojados!
Hambriento, callado, rozando sus trenzas con mi mano.
Sé que tarde o temprano, me abrirá sus ojos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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catalinaladivina dijo...

Excelente poema impregnado de ternura y riqueza espiritual.¡Un saludo afectuoso!(Solcito)