
Cuando el tiempo insista con su rumor de espadas,
e inútil sea contrarrestar su canto.
Yo gritaré tu nombre, y el vino danzará en las bodegas,
y la tierra nos lanzará la llamarada azul del día.
Mantengamos viva la dulce absolución del sueño,
y el orden de nuestros quemantes anhelos,
seamos el matrimonio secreto del sol en la cara,
y la humedad de la noche practicándose en el trigo.
¡Que no se extinga el fuego de tus manos,
o el temblor leve y puro de tus labios,
que tu voz desmenuce los poderes del llanto!
hasta que el combate de tu sangre en la mía,
se apague como el pulso de un largo y misterioso río,
deslizando a nuestros besos, hacia un mar eterno
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