domingo, 30 de junio de 2013

GAVIOTA MORIBUNDA


Gaviota de los ojos hundidos. 
Gaviota moribunda de alquitrán y de silencio. 
Mientras pides explicaciones a los hombres, sedientas dunas 
se prenden a tus patas descalzas. Es abril y llueve… 
De las barcas hundidas, los mástiles asoman. 
Me vigilan con sus ojos fijos los peces 
Y sobre un muelle abandonado, apenas zurea una paloma. 
Estoy aquí, aprisionado entre las fuerzas 
paralelas de las olas y las rocas desveladas.
 ¿Pero dónde está mi alma? 
¡Busco rescatarla en el tajamar de tu mirada!
¡Allí va…! 
Grité trisando con mi voz, el vaho que ciñe la playa. 
¡Es ella, es ella! 
Alta y lánguida y blanca y camina: altiva nube. 
La reconozco, la olfateo, la persigo a través del crepúsculo. 
Pero nunca la alcanzo. 
Sólo sé que, de vez en cuando, se da vuelta 
Y con ojos, de gaviota moribunda, callada, me mira.

TAPERA, ( HACIA LAS AFUERAS DE BUENOS AIRES, 1830)



Incómoda, como moneda de un centavo,
la tapera, lastre para el ombú que la cobija,
es un obstáculo para la tarde.

La noche se prolonga en el hollín
de las achaparradas pavas.

Sobre el fogón: una sospechada yesca,
dos mazorcas desgranadas
y una botella de aguardiente.
Una perra barcina, harta de no estar nunca harta,
forcejea impertérrita con un salobre charqui.

Detrás de unos trastos,
profiriendo súplicas e insultos,
hállase una vieja desdentada.

A lo lejos,
el galope sordo de un indio que cabalga.
Que va o viene.
¡Nunca se sabe!

EL LOCO




Estoy desnudo y conmigo canta el universo. 
Estoy sólo, y hay mucha gente allí afuera. 
Estoy cegado, y no reniego de la luz. 
Estoy conectado con el todo, mientras acaricio la nada. 
Estoy herido, y no hallo el puñal. 
Estoy empalagado, y no encuentro la miel. 
Estoy maniatado, y no veo sogas. 
Estoy con culpa, y sólo vislumbro culpables. 
Estoy desairado, y ellos ya murieron. 
Estoy angustiado, habiendo borrado mi pasado. 
A veces pienso que puedo estar loco. 
Y es justamente este último pensamiento, el que me hace dudar.