Soy el desventurado libro, (que alguien sobre el mármol, olvidó en un sepulcro)
Soy el suspiro profundo y ominoso que a la una de la tarde. Lanzó Napoleón, al ver llegar a Blucher en Waterloo.
Soy la última pasión desatada en “Campos de trigo” por Vincent Van Gogh.
Soy la tozudez de Milton, ante las místicas acechanzas de William Laud.
Soy el cero que el hindú (sin saberlo), creo para absorber todas las cifras y las cosas, pero que tampoco las divide.
Soy el rostro sin nombre, azuzado por el tiempo y un par de desengaños.
Soy el mentiroso, el poeta, el engendrador.
Soy el que fue engañado, el que engañó, el que debió, y al que le han debido.
Soy el que rechaza el recurso histérico del recuerdo (esa misteriosa forma, que a veces adopta la agonía)
Soy el que confía en que será el miedo a mis propios miedos, el que me liberará algún día.
Soy el que desecha lo material y lo superfluo, o al menos no los deseo (no tiene sentido aferrarse a lo que nos sobrevive, jamás serán nuestros)
Si esta última sentencia es cierta, su opuesto también lo debe ser.
Es por eso, que sólo busco la dicha en el trato con los hombres, después de todo, nadie es inmortal.
Soy el que soy…
Soy el suspiro profundo y ominoso que a la una de la tarde. Lanzó Napoleón, al ver llegar a Blucher en Waterloo.
Soy la última pasión desatada en “Campos de trigo” por Vincent Van Gogh.
Soy la tozudez de Milton, ante las místicas acechanzas de William Laud.
Soy el cero que el hindú (sin saberlo), creo para absorber todas las cifras y las cosas, pero que tampoco las divide.
Soy el rostro sin nombre, azuzado por el tiempo y un par de desengaños.
Soy el mentiroso, el poeta, el engendrador.
Soy el que fue engañado, el que engañó, el que debió, y al que le han debido.
Soy el que rechaza el recurso histérico del recuerdo (esa misteriosa forma, que a veces adopta la agonía)
Soy el que confía en que será el miedo a mis propios miedos, el que me liberará algún día.
Soy el que desecha lo material y lo superfluo, o al menos no los deseo (no tiene sentido aferrarse a lo que nos sobrevive, jamás serán nuestros)
Si esta última sentencia es cierta, su opuesto también lo debe ser.
Es por eso, que sólo busco la dicha en el trato con los hombres, después de todo, nadie es inmortal.
Soy el que soy…
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